
Karl Marx tenía razón. Los trabajadores controlan los medios de producción: 1,3 kilogramos de cerebro tienen la clave del futuro de todos.
Las empresas de éxito se diferencian de la competencia. Pero esa diferencia no tiene su origen en lo que hacen esas empresas, sino en la forma de pensar de la gente. En el nuevo mundo, lo que hace que se mueva el capital es el talento.
Hacer negocios como siempre no resulta inspirador, por lo que ya no es una opción suficientemente buena: el talento no quiere trabajar en esas empresas y los clientes no quieren comprar sus productos. Por lo tanto, en los tiempos que corren necesitamos empresas funky (es decir, “funky business”).
Índice de contenido (navegable)
Las fuerzas del funk
Si miras hacia abajo y te fijas en tus pies, podrás ver territorio funky. Incluso si lo ignoras e insistes en negarlo, estás de pie sobre él.
La intrincada configuración del mundo funky está cada día más presente y coge más impulso. De hecho, si lees “Funky business”, el resumen es que hay tres revoluciones que se complementan entre sí y que han estado ocurriendo al mismo tiempo:
Cambio tecnológico
Hace unos años, la tecnología era algo que se asociaba con grupos de científicos excéntricos que se pasaban largas horas en sus laboratorios llevando a cabo actividades enigmáticas e incomprensibles.
Se asumía que era una competencia exclusiva de la industria militar o de la exploración espacial. Algo muy alejado de la vida cotidiana. Pero sal a la calle hoy en día y pregúntale a un niño a qué se refiere cuando habla de tecnología. Posiblemente te enseñará su teléfono móvil, te hablará sobre lo último en videojuegos o sobre la última película de animación digital. Hoy en día, la tecnología está al alcance de todos.
Pues bien, la tecnología, la información y las comunicaciones marcan el ritmo de las empresas funky. Si en el desierto de la información eran las empresas y los gobernantes quienes tenían el poder y el control, en la selva de la información eso ha dejado de ser así.
Cualquiera que afirme tener información privilegiada será desafiado por millones de personas que también la poseen.
Las tecnologías de la información permiten una completa transparencia y alteran las redes del poder. Por lo tanto, en la actualidad cualquiera puede desafiar a la autoridad.
Esta revolución tecnológica influye en todo y nos afecta a todos. Se suele decir que todos estamos “conectados”, aunque hoy en día, con el auge de las tecnologías inalámbricas, lo más correcto sea decir que estamos “desconectados”.
La Red proporciona anonimato, pero no invisibilidad. Cualquiera puede pasar desapercibido para los demás, pero nadie puede evitar dejar rastro. Nuestros movimientos se conocen mejor, y nosotros mismos somos más clasificables.
Por último, estos cambios afectan a las cadenas de producción y tienden a eliminar muchos intermediarios cuya utilidad desaparece. ¿Por qué comprar un billete en una agencia de viajes si puedes comprárselo directamente a una aerolínea? La transparencia ofrecida por las nuevas redes de información expone a aquéllos que no aportan ningún valor.
Otros emergen y ocupan su lugar: los agentes de la información que saben cómo navegar por ella y guiarnos por una infinidad de datos ininteligibles.
Instituciones
Una institución es una estructura social creada para generar estabilidad y seguridad, además de estar constituida por un conjunto de acuerdos contractuales que permiten unir a las personas en organizaciones tan diversas como partidos políticos, matrimonios, empresas, estados y demás.
Mientras los individuos se enfrentan a las incesantes ansiedades de la vida cotidiana, la sensación de pertenencia a instituciones atemporales reduce nuestra incertidumbre y nos aporta tranquilidad.
A cambio de hacernos la vida más fácil y soportable, las instituciones se hacen con una parte de nuestra libertad. Por lo tanto, fijan reglas y establecen parámetros de acción para sus miembros, definiendo en gran medida el comportamiento de las personas y de la economía.
De ahí la enorme importancia que posee cualquier transformación institucional. Pues bien, como se puede comprobar al leer “Funky business”, el resumen sobre esta cuestión es que a lo largo de los últimos años casi todas las instituciones se han visto sometidas a cambios drásticos en comparación con su historia reciente:
El capitalismo
Su supuesta buena salud no es más que el producto de la imaginación de algunos o de la propaganda de otros. A pesar de ello y de que está lejos de ser un modelo perfecto, parece ser el menos imperfecto de los que hemos diseñado.
Por lo tanto, no es válido en la actualidad, sino que es muy posible que lo siga siendo durante mucho tiempo, reinventándose continuamente para superar sus problemas. Por otro lado, hoy en día es prácticamente imposible hablar de capitalismo como fórmula estándar.
Así que teniendo en cuenta la creciente variedad de modelos, es mejor hablar de capitalismos. De esta manera, estamos siendo testigos de un conjunto de capitalismos en perpetua revolución interna.
La nación-estado
Las unidades de análisis que prevalecen a día de hoy guardan poca relación con la soberanía de los estados en relación a un espacio geográfico.
En concreto, a la hora de organizar grupos, han resultado ser mucho más relevantes otros criterios como el idioma, la cultura, la edad, el género, el clima, el estilo de vida o las preferencias sexuales.
Los problemas cruciales de la humanidad no tienen fronteras, y la institución de la nación-estado ha perdido su verdadero poder.
En su lugar, están surgiendo con cada vez más fuerza entidades supraestatales, como la Unión Europea, los tratados de libre comercio o Mercosur.
Estas instituciones son capaces de gestionar las necesidades de una comunidad global. Además, también están surgiendo instancias mucho más centradas en grupos específicos para afrontar situaciones particulares.
Por lo tanto, el tamaño y la naturaleza de las naciones-estado no resultan útiles para ninguna de estas finalidades.
Los partidos políticos
En algunos países, ciertos realities de televisión superan en cantidad de votos a las elecciones parlamentarias. En un mundo cada vez más fragmentado y plural, la idea de que los partidos políticos buscan unir intereses y representar a los ciudadanos sigue siendo un sueño.
Hoy en día, es fácil que estemos de acuerdo con algunas ideas de un partido, otras de otro, etc. Nuestra visión del mundo está fragmentada y, por lo tanto, no se corresponde con el esquema de coherencia que buscan los discursos políticos inequívocos y exhaustivos.
La empresa eterna
El ideal burocrático de una institución eterna está muerto. Las empresas son algo desechable, con una utilidad puntual y reducida en el tiempo que permite ceder el paso a nuevas empresas.
En Silicon Valley, uno de los lugares del mundo con mayor tasa de crecimiento y éxito empresarial, la tasa de mortalidad de las empresas es extremadamente alta.
El objetivo de las empresas parece haberse redirigido hacia la explosión frenética de creación en un tiempo limitado. Una vez que lo hacen, los nómadas que la integran seguirán sus caminos en busca de nuevos desafíos.
En pocas palabras, las empresas del pasado parecen demasiado grandes como para experimentar, pero demasiado pequeñas como para llevar a cabo una explotación eficaz.
Por lo tanto, deben reinventarse. Deben crear algo nuevo. Como diría el músico Neil Young, “es mejor quemarse que consumirse lentamente”.
La familia
Es posible que nos venga a la cabeza la agradable idea de una familia formada por un hombre y una mujer radiantes, con niños, un perro y una bonita casa. Sin embargo, esto parece más un producto de la nostalgia que una imagen tangible o un recuerdo preciso.
Si te fijas bien evitando ese sentimiento bucólico, te darás cuenta de que todas las familias son disfuncionales. Hoy en día, los valores de la familia tradicional están en crisis, y cada vez se produce una mayor transformación de sus modelos de organización.
Hay niños que se crían con dos madres, con hermanos que tienen distintos padres y madres, con cinco padres distintos a lo largo de su niñez… Y a pesar de ello, seguimos fingiendo que se aferrarán a una única idea, a una única empresa o a un único jefe durante el resto de sus vidas.
Valores
Las consideraciones éticas y morales que existen en nuestra sociedad condicionan nuestros pensamientos y acciones, además de definir la relación que tenemos con la tecnología, con el trabajo y con el resto de la gente.
De hecho, después de leer “Funky business”, el resumen que se puede extraer sobre esta cuestión es que los distintos valores, que pueden generar unidad dentro de un grupo y conflictos entre ellos, suelen ser bastante estables y su transformación es lenta.
Aun así, esos valores en los que basamos nuestras culturas cambian a lo largo del tiempo y difieren entre las distintas partes del mundo:
Valores sobre el trabajo
El capitalismo debe su nacimiento, en buena medida, a la Reforma Protestante de Martín Lutero. Éste defendía el trabajo como una actividad valiosa por sí misma, capaz de elevar el espíritu y hacer que el hombre sea humilde.
Su fórmula dio lugar a generaciones enteras de trabajadores motivados: la materia prima que alimentó el capitalismo. Hoy en día, cada vez hay más personas a las que les gusta comprar cosas. Y el trabajo se percibe como una forma sencilla de conseguirlo.
Por otro lado, los valores difieren dependiendo de la sociedad. Mientras Occidente venera el trabajo, Oriente (inspirado por Confucio y Buda) suele venerar al mismo tiempo (y paradójicamente) la sabiduría y la subordinación vertical por un lado, y la solidaridad horizontal por otro.
Para los chinos, la confianza (guanxi) es un sustituto fiable de los contratos. De esta manera, los valores difieren pero sus puntos en común son cada vez mayores.
Fusión de valores
En la aldea global, las culturas, los gustos y las experiencias colisionan para dar lugar a una hibridación de los valores.
Hoy en día podemos creer en Jesús y en Buda, comer alitas de pollo al estilo tailandés con salsa barbacoa y pasta, ver una película india con persecuciones de coches y música hip-hop, e incluso ir de una iglesia a una mezquita.
Vivimos en la era de la cultura de la fusión, incluyendo aspectos tan dispares como la cocina o la música.
Vacío espiritual
Las transformaciones culturales nos llevan a un mundo en el que prevalecen las apariencias y en el que somos vagabundos que deambulan sin un rumbo definido.
El papa Pablo VI predijo esta tendencia hace alrededor de medio siglo: “la sociedad tecnológica ha conseguido multiplicar las ocasiones para el placer, pero le resulta muy difícil engendrar la felicidad”.
La aldea funky
Hoy en día hay coches cuyas piezas provienen de más de una docena de países distintos. Hay personas famosas como Madonna y Brad Pitt que no conocen fronteras.
Vayas donde vayas, podrás encontrar programas de radio y televisión de todos los rincones del planeta. Y en cualquier parte del mundo, si viajas en avión, serás un potencial terrorista global y tendrás que poner hasta tu pasta de dientes en una pequeña bolsa transparente.
El filósofo Marshall McLuhan lo imaginó en la década de los sesenta del siglo XX, y hoy en día la aldea global es una realidad tangible.
Éste es el origen de la paridad tecnoeconómica: un fenómeno cuyas implicaciones son difíciles de determinar, que consiste en el hecho de que las materias primas, las tecnologías, los productos, los servicios, las teorías, los campos del conocimiento y los procesos están disponibles en todo el mundo.
No importa si es Nueva York, París, Bangalore, Kuala Lumpur, Sídney, Bogotá o Dakar: en cualquiera de esas ciudades encontraremos más de lo mismo. Se trata de una aldea funky que es al mismo tiempo homogénea y heterogénea.
Según “Funky business”, el resumen de las características de la sociedad de dicha aldea es el siguiente:
Sociedad de excesos
En la aldea funky, la vida media de los productos de consumo es de tres meses. Sony ha llegado a lanzar 5.000 productos nuevos en un mismo año: más de dos por hora de trabajo. Por otro lado, tras haber sido liberalizados, los mercados se han introducido en casi todas las actividades humanas.
Hay mercados para el capital, para los órganos humanos, para cualquier actividad sexual imaginable, para todos los componentes industriales concebibles, y para cualquier servicio que puedas imaginar.
A principios del siglo XX, sólo un 10-15% de la población mundial vivía en una economía de mercado. Sin embargo, se estima hoy en día esta cifra supera el 90%.
Además, existe un alocado nivel de producción. Atrás quedaron los tiempos en los que la demanda superaba la oferta. Sector tras sector y mercado tras mercado, la oferta empieza a superar a la demanda. La sobreproducción es lo habitual.
Y ésta va de la mano de avances tecnológicos que reducen los costes. La misma llamada de tres minutos entre Nueva York y Londres que en 1930 habría costado el equivalente a unos 250 euros actuales, hoy se puede hacer de forma gratuita.
En definitiva, hay más mercados, más productos y menos costes. En la aldea funky, el consumidor es el rey. El poder pertenece a la gente. Y en su lucha por captar la atención del consumidor, incluso si sólo es por unos momentos, las empresas están dispuestas a regalar bienes y servicios.
En el pasado, tenías que pagar por leer el periódico. Hoy puedes hacerlo gratis con la condición de que te muestren anuncios. Es posible que no pase mucho tiempo antes de que te paguen por leer.
Sociedad en tiempo real
Nuestra adicción a la velocidad nos impulsa a funcionar en tiempo real. Exigimos una cobertura en directo de sucesos que tienen lugar en cualquier rincón del planeta.
Las empresas, las cadenas de suministro, la industria y los mercados cada vez se parecen más a una tela de araña: lo que ocurre en cualquier lugar tiene un efecto notable sobre el resto. Igual que una araña, puedes sentir los mosquitos atrapados en cualquier parte de tu tela.
Además, los mercados en tiempo real hacen que la información sea mucho más importante que el inventario. Por ejemplo, el fabricante de ordenadores Dell renueva su inventario hasta 107 veces al año.
Como los precios fijos disminuyen la incertidumbre para el vendedor y el comprador, solían ser el “Prozac” de los precios. Sin embargo, en la aldea funky los cambios son constantes y la mayor preocupación no es reducir la incertidumbre, sino disminuir la fricción en busca del mercado perfecto.
Sociedad basada en la mente
Al leer “Funky business”, el resumen más importante acerca de la realidad del mundo empresarial es que las empresas están cambiando.
En concreto, están pasando de fabricar productos y unos pocos servicios a proporcionar servicios y fabricar unos pocos productos.
En una sociedad de bits en lugar de átomos, la competencia se centra en los kilobytes y no en los kilogramos. De esta forma, se imponen las habilidades necesarias para diseñar valor intangible.
Si mañana se destruyeran todas las fábricas, las oficinas y los almacenes de Samsung, las pérdidas para la empresa podrían ser irrisorias en comparación con el valor de sus intangibles, como la propia marca.
Por lo tanto, la riqueza de las grandes empresas no reside en los átomos que las materializan. Coge agua, agrégale azúcar y colorantes, y métela en una lata. Podrías venderla por unos pocos céntimos. Pero escribe “Coca-Cola” en la lata y podrás cobrar mucho más por ella.
Las marcas, los principios de gestión, las estrategias genéricas, el capital industrial, la información y otros muchos valores intangibles no están ahí, sino que hay que crearlos. Por este motivo, en la aldea funky se venera la materia gris.
Empresas funky
Quienes quieran hacer negocios en la aldea funky como se hacían hace 50 años, es mejor que se dediquen al tenis de mesa.
El motivo es que hoy en día todo va rápido, la producción es enorme, los mercados lo inundan todo, el consumidor es el rey, la materia gris es el principal activo, los precios fluctúan en tiempo real, los bytes desplazan a los átomos, las fronteras desaparecen, las divisiones se difuminan, la lealtad ciega deja paso a la libre formación de tribus globales y las personas priorizan “hacer el amor y comprar” frente a “rezar y trabajar”.
Las empresas están cambiando constantemente. De arriba a abajo. Pero cada vez se hace más palpable una paradoja oculta del capitalismo: las empresas que han logrado el máximo éxito lo han hecho destruyendo el espíritu de la libertad de empresa.
La no competencia sigue constituyendo el mayor factor de competitividad económica. Sin embargo, ¿Cómo se puede evitar competir en un mundo en el que todo se sabe, todo se imita y todo se replica de una forma mejorada en cuestión de segundos?
Funky S.A., la empresa creada para afrontar estos desafíos, sabe que el éxito es producto de la diferencia. Funky S.A. evita la sensatez y la rutina (valores que suelen estar sobrevalorados en el mundo de los negocios), por lo que se ha construido siguiendo este esquema:
Está centrada
La empresa funky tiene un enfoque bien definido. No afirma serlo todo para todo el mundo, sino que aspira a ser algo para alguien.
Para hacerlo, intenta mantener una perspectiva reducida, como hizo el gigante sueco de los envases Tetra Pak, que apostó todo su futuro a un único producto. Hass Rausing, su antiguo dueño, definió de forma precisa esta estrategia: “minimizamos el riesgo maximizando el riesgo”.
De esta forma, como se puede comprobar con las explicaciones que se dan en “Funky business”, el resumen es que una empresa funky debe concentrarse solamente en lo que hace mejor.
El resto (lo que queda o lo que supone un lastre) lo elimina.
Por ejemplo, en el mundo no existe ninguna fábrica de Dell. Muchas empresas de éxito ni siquiera hacen lo que venden. Funky S.A. sabe cuáles son las competencias que la diferencian del resto, es decir, las cosas que hace mejor que nadie más.
Por lo tanto, externaliza todo lo demás. En ese sentido, es una cáscara vacía. Su función no es contratar empleados, sino organizar tareas.
Una empresa centrada, además de seguir un enfoque reducido y de estar vacía, está orientada hacia un grupo específico. Pueden ser abogados aficionados a las carreras de palomas u obsesos de los pies descalzos.
Pero si eres capaz de capturar una tribu global que comparta ciertos valores y actitudes, podrás conseguir enormes beneficios sin importar cuál sea el tamaño del clan ni la ubicación de sus miembros.
Está reforzada
El hecho de que una empresa esté centrada no quiere decir que sea débil. Aligerar la estructura no quiere decir que se reduzca la fuerza. Funky S.A. sabe cómo eliminar la grasa a la vez que fortalece los músculos.
Sin embargo, la mejor analogía es que sabe cómo fortalecer su cerebro, sin que le afecte aquello que supone un lastre. Para conseguirlo, debe reforzarse en tres frentes: el interno, el industrial y el internacional.
Internamente, la empresa debe estar abierta al aprendizaje continuo. Para ello, debe abrir los canales que permitan la transmisión interna del conocimiento, de manera que éste se distribuya por todos los miembros de la organización.
Después de todo, la velocidad del grupo no la determina el más rápido e inteligente, sino el más lento y menos preparado. Por lo tanto, los líderes deben asegurarse de que se produzca un flujo de conocimiento por todos los niveles de la empresa.
Por otro lado, la empresa funky produce capital humano y es capaz de transformarlo en capital estructural.
Su coste es elevado: debe invertir en tecnologías de la información, en viajes, en formación del personal y en reubicar a sus empleados clave. Pero si crees que estos costes resultan excesivos para una empresa, piensa por un momento en el coste de ser incompetente.
Por último, Funky S.A. debe reforzarse a nivel internacional. Ahora bien, una empresa global no tiene por qué ser una organización enorme.
Hay multinacionales de tamaño mediano por todas partes. La mayoría de las empresas no han conseguido crear estructuras y sistemas administrativos globales, ni tienen una actitud con un enfoque totalmente global. A menudo, esto se debe a los prejuicios que les impiden ver el potencial de los mercados.
Normalmente, los estándares del país de origen se aplican de manera uniforme en los lugares a los que llegan las multinacionales, manteniendo un modelo cerrado de mente y etnocéntrico que les impide aprovechar los beneficios de la aldea funky.
Es innovadora
Funky S.A. es una fábrica de sueños y de ideas que está comprometida con la imaginación, la fantasía, la iniciativa y la innovación.
Todo esto no es una simple cuestión de tecnología, sino que debe alcanzar a todos los aspectos de la empresa: publicidad, gestión, finanzas, diseño, relaciones comerciales, concepción de diseños, etc.
Para ello, una empresa funky debe ser capaz de reinventar sus estrategias y cambiar sus reglas de juego cuando sea necesario.
Cuando la cadena de restaurantes estadounidenses Taco Bell estaba esforzándose en aumentar su participación en el mercado de la comida rápida y se preparaba para ampliar el número de establecimientos, se dio cuenta de que lo mejor era aumentar la cantidad de estómagos.
Por lo tanto, replanteó toda su estrategia y empezó a abrir pequeños restaurantes móviles donde se encontraban los clientes: hospitales, colegios, estaciones de tren, aeropuertos y otros lugares similares. En cinco años, la empresa llegó a más que duplicar sus ventas.
De este modo, después de leer “Funky business”, el resumen sobre esta cuestión es que la creatividad surge con más facilidad en una situación de calma. Eso a pesar de que ser innovador implica ir más rápido que los demás, porque si te quedas quieto te dejarán atrás.
Para ello, es necesario descansar, tener tiempo para reflexionar, para estar solo, para experimentar y para jugar. De hecho, es posible que el tiempo que le dedicas a ir de copas con tus colegas después del trabajo sea el más importante para desarrollar nuevas ideas.
Es heterárquica
Las jerarquías fueron un invento de los griegos. Dionisio Areopagita acuñó este término para referirse al “gobierno mediante lo sagrado”.
Según esta escuela de pensamiento, el cielo y el infierno se encontraban divididos en nueve niveles distintos.
Los modelos jerárquicos, que desde entonces han tomado muchas formas, tienen algo en común: están basados en entornos estables en los que los procesos son predecibles y los resultados se conocen de antemano.
En estos entornos, las personas saben dónde se encuentran en el presente y dónde estarán en el futuro. Sin embargo, este concepto no podrá estar más alejado de lo que caracteriza a la aldea funky, en la que tienes que avanzar con el turbo puesto, difuminando las fronteras entre el tiempo y el espacio.
De esta manera, Funky S.A. ha dejado atrás las estructuras piramidales con un gobernante que reina desde arriba.
En su lugar, ha dado lugar a modelos de poder distribuido, en los que el conocimiento, la información, la creatividad y el talento circulan incansablemente de un lado para otro.